lunes, 27 de junio de 2011

MAESTROS NOMBRADORES DE NOMBRES

Hay maestros espirituales que ponen nombre a sus discípulos.
Un discípulo es quien sigue una disciplina.
Toda disciplina es para obtener la libertad de ser uno mismo.
Un maestro pone pruebas a sus discípulos.

A Dios no se le puede nombrar.
Nadie lo conoce. ¿Será un ser anónimo?
Uno nombra lo que conoce.

Al nombrar, creo lo nombrado.
Al nombrar soy un creador.
Al nombrar destino y doy realidad.

A Dios no se le puede nombrar, pues no tiene nombre.
(El que tiene nombre es el creador de una criatura.)

El dueño de algo nombra lo suyo.
Lo que yo produzco, lo nombro porque lo creo.
Nombro lo que se que será.

Por esto Dios no tiene nombre, ni puede ser nombrado.

Los falsos maestros se creen con la autoridad para elegir destinos.
Yo, con nombre ajeno, no puedo ser yo mismo.
Al aceptar un nombre, acepto que soy el invento de otro.
El camino espiritual es lo contrario.

Los maestros liberadores, al nombrar, esperan ser rechazados.
El objetivo de todo maestro es la libertad del discípulo.

Al aceptar el nombre de un maestro, lo pongo a prueba. Y él se entristece si yo no me niego, su tristeza crece aun más si yo me alegro.
El ego de mi maestro crecerá si acepto el nombre.

Cuando acepto un nombre mi maestro se vuelve mi discípulo.
Pero yo me alejo de mi esencia.

Los maestros dan libertad.
Todo maestro quiere ser rechazado.

Los que aceptan nombres son esclavos de un hombre que los quiere lejos.

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